Posiblemente muchos de vosotros habéis oído hablar de este concepto: SALARIO EMOCIONAL.
Puede ser, muchas veces, uno de esos conceptos bonitos que las empresas incorporan en su lenguaje pero que no siempre se aplican después de forma satisfactoria.
El salario emocional, como su nombre indica, contempla toda una serie de retribuciones de carácter no económico, con la intención de equilibrar la calidad de vida del trabajador: atender necesidades familiares y profesionales; cuidar a la persona vista en su totalidad, crear un clima favorable en la empresa, etc. Es una compensación psicológica, y especialmente importante cuando los salarios, por causas innegables como una crisis, no siempre pueden subir lo adecuado.
Este tipo de retribución puede actuar como “factor motivador”. Por lo tanto, no se trata de recibir una mayor cantidad de dinero, sino de recibir prestaciones que el trabajador entiende como beneficios más valiosos que una subida de sueldo.
El concepto de salario emocional podemos hacerlo extensivo a cualquier trabajador, sea empleado de una multinacional, de una ONG, de una pequeña empresa, como en nuestro caso, o un autónomo.
Para mí, es todo aquello que yo recibo que no es dinero y que me llena infinitamente más que el dinero, porque me da mucho más sentido: es la satisfacción y gratitud que obtengo como retorno por mi contribución a la sociedad y al mundo haciendo lo que sé hacer y lo que me gusta hacer.
¿Por qué he decidido hablar hoy de esto? Porque en estos últimos días he experimentado en diferentes ocasiones este valor inmenso del salario emocional.
Cada vez que termino una sesión de trabajo, sea de Desarrollo, Consultoría o Coaching, y recibo ese “MUCHAS GRACIAS, Nuria!” dicho desde el corazón, cada vez que escucho: “Puse en práctica lo que me dijiste y me ha ayudado mucho”; cada vez que siento que un equipo está algo más unido o se ha desbloqueado un asunto conflictivo, experimento una emoción profunda, una sensación muy reconfortante de estar siendo útil, de que mi trabajo tiene un Para qué.
Y experimento una profunda gratitud por todas las personas y todos los clientes, que deciden poner su confianza en mis manos, en nuestras manos…
Nuestra profesión, la consultoría, tiene, como todas, ventajas e inconvenientes. Entre los inconvenientes, la falta de estacionalidad de los proyectos, los cambios constantes de horarios, la necesidad imperiosa de conseguir proyectos…
Pero entre las ventajas (libertad de horarios, autogestión, proyectos creativos, etc.) yo, sin duda, destacaría este tema que abordo hoy: EL SALARIO EMOCIONAL. Para mí es lo que de verdad compensa, y con creces, cualquier desventaja o dificultad de nuestra profesión.
Estoy segura de que todos los consultores que estéis leyendo el blog coincidiréis conmigo…
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